Caemos en lo mismo que evitamos. Volvemos a sentir, a mirar, a entender y calcular.
Volvemos a escribir poemas inconclusos en nuestras mentes. Versos y palabras desubicadas. Números y letras inventadas. Aspiraciones de historias. Intentos de vidas.
Vuelves a aparecer en mi mente como un personaje ficticio. Una heroína del momento, del peor momento, de cualquier momento. Apareces, batallas, ganas y te vuelves a ir. ¿O es que has perdido, quizá? Tu uniforme es rojo, tus poderes increíbles. Tu pasión única, tu lejanía extrema. Vuelas entre cuadros cuadrados y rectangulares, entre conversaciones y onomatopeyas, entre recuerdos y angustias, entre sonrisas y caricias.
Vuelvo a caer. ¿Volvemos a caer? Tu mente me aleja, me golpea y aniquila. Me encoge y sabotea. Me hace llover, llover fuerte cual tormenta, cual incendio de agua, cual catarata encontrada, cual llanto. Llanto.
¿Volverías a caer? Cierro los ojos y no estás. Abro los ojos y no estás. Duermo, respiro, como, vivo y no estás. ¿Alguna vez habrás vuelto a caer?
La mente poderosa aún graba esos nuestros recuerdos insípidos. Así como queridos, odiados, adivinos, lindos, agobiantes, estimulantes, amorosos. Amorosos. Amorosos. Fueron.
Los recuerdos lo son porque no son presente. Y quien se ha de acostumbrar soy yo. Y mi mente. Tan presente, tan cojuda, tan retraída en sí.
Hay recuerdos insípidos... Borrados de las memorias de las dos.
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