9.12.12

Y aunque puedo pensar que lo maté, sé que algún día la reviviré. No hay infancia muerta por la mente,  no hay poder oculto por el llanto. Despertaré a ser quien soy y gritaré la alegría de mi vida. 
No me maté por defenderme, no me herí por abrazarme. Me levantaré por sonreír, y te amaré por poder vivir.

28.10.12

Estamos tú y yo, pero no nosotras.

Cuéntame.

Cuéntame a qué saben tus labios, que hace tanto no siento. Cuéntame de qué lloran tus ojos, que hace tanto tiempo no seco. Cuéntame a quien entregas tus abrazos, que hace tiempo anhelo. Cuéntame con quien duerme tu sombra, que tanto extraño, que tanto espero, por la que tanto muero. Cuéntame cómo están tus caricias, con las que hace mucho no juego. Cuéntame cómo sigue tu sonrisa, con la que hace tanto tiempo te sueño. Cuéntame cómo encantan tus palabras, esas que mis oídos tanto extrañan. Cuéntame de nuevo el cuento de nuestro amor, tu viaje infinito en mi mente, tus aromas en mis ropas, tus caricias en mi piel, tu boca en mí... En mí. Tú en mi cuento. Tú en mi historia. Cuéntame cómo te relato, yendo despacio, sin desprecios ni atajos. Cuéntame cómo te amo, sin que corras de nuevo de mi vida y de mi cuento. Cuéntame cómo te cuento, mientras sólo te mantengo, de la única forma que puedo, encerrada para siempre dentro de mi cuento. 

14.9.12

Háblame.

Háblame de sueños, de ilusiones y pájaros volando frente a esas tres estrellas.
Háblame de miradas, de destellos y colores desprendidos de una rosa inclinada.
Háblame de la felicidad que te trae la tristeza, de los abrazos y las caricias.
Háblame de nosotras, de las visiones y los mundos nuevos que descubriste; de los paisajes que vimos y los lugares donde dormimos.
Háblame la noche y nuestros días. De los pasados y los recuerdos. De las ilusiones que siguen en mi mente y en mis ojos.
Háblame de tu silencio.
Háblame en el silencio, que es cuando más te escucho gritar.

8.9.12

Duele.

- Tengo una bala en el alma.
- ¿Quién la disparó?
- Tú.
- Pero, yo no estoy aquí. Sabes que no soy real.
- Si no lo eres, la bala tampoco lo es.
- ¿Y qué crees qué es real?
- Tú. Lo que puedo percibir con los sentidos.
- ¿Te duelo?
- Más que la bala que disparaste.
- ¿Te duelo?
- Más que el hueco que creaste
- ¿Te duelo?
- Me sangras.
- Pero dime, ¿Te duelo?
- Sí.
- ¿Es real el dolor que te hago sentir?
- Sí. Lo siento, es real.
- Pero yo no soy real.
- ¿Qué eres entonces?
- Soy tu dolor. Pero no siempre soy real.
- Pero me dueles.
- Tú te dueles. Yo no soy real.
- Tú me disparaste.
- Tú te disparaste. Tú te dueles. Tú me creaste. Yo no soy real.
- Entonces, ¿Me duelo?
- Te dueles. Más que el disparo. Más que la realidad.
- Me duelo. Más que el llanto, más que la necesidad.
- Te dueles. Más que el dolor, más que la oscuridad.
- Me duelo. Más que tu mirada en mi obscenidad.
- Recuerda, yo no soy real. Tú te dueles en tu irrealidad.

3.9.12

Tengo recuerdos.


Tengo 80 recuerdos marcados con indeleble en la mente y un cuaderno con hojas arrancadas. Tengo espacios vacíos llenos de hologramas, tengo memorias de tu risa y tus caricias. Tengo historias confusas en mi cabeza. Cuadras por avanzar, idiomas por aprender. Almohadas juntas y quizá un par de ladrillos al final de la cama.

Tengo recuerdos de mis aprendizajes y decepciones. Recuerdos de las noches que empezaban con un beso, recuerdo de las novelas que circulaban las tardes, recuerdos de espejos que reflejaban tu hermosura.

Tengo memorias inconclusas. Tarjetas con mensajes perdidos en el tiempo. Tengo arrepentimientos guardados en el alma, y bastones que solo me dejan llagas. Tengo recuerdos de llantos y desilusiones. De la luna mirándonos y la lluvia sonando. Tierra mojada, ojos mojados, un abrazo. Tengo recuerdos de la bellezas de tus manos, de la suavidad de tu piel, de la ternura de tu mirada. 

Tengo recuerdos de una pérdida enorme, de una desdicha inigualable, de un disparo directo al corazón. Tengo el recuerdo vivo de que la vida acaba, que la muerte vive, y que el recuerdo es frágil. Tengo el recuerdo de dejar de recordar. De ver pasar el tiempo y olvidarme historias, olvidarme caricias, olvidarme miradas.

Tengo el recuerdo de no poder recordar el todo. De llorar a la luz de la luna el no poder verte sonreír de nuevo, el no poder reír contigo, el no poder decirte 'te quiero'. Tengo el recuerdo de poder recordarte, entre pasillos blancos y fríos y atardeceres frente a la estatua de una virgen. Tengo recuerdos de lugares a los que no quiero regresar jamás, lugares llenos de sensaciones de llanto, de tristeza, de ti.

Tengo recuerdos de querer recordar, pero no lo consigo. Tengo un hueco en la mente y el alma rasgada. Tengo la vida en plena carrera, con huecos muy grandes que me hacen caer y mirarte ahí atrás. Tengo recuerdos de querer tenerte a mi lado, de volver a estar contigo y verte pintar mi mundo. Tengo el recuerdo de querer recordarte y sonreírte. Porque te fuiste en recuerdos, cuando yo aún no sabía cómo recordar...

Pero te sigo recordando. Lo sigo intentando.

13.8.12

Seguía y dejó.

Necesitaría una silla. La soga ya la tenía cerca, tuvo que utilizarla para cargar el piano antiguo que le dejó la abuela a su sala. Vivir en un 10mo piso nunca fue fácil, hay mucho por subir y es difícil, y los temblores se sienten peores. Caminó al comedor y jaló la 8va silla, una de las que daba como cabecera de la mesa. Nunca comprendió por qué tenía una mesa tan grande cuando solo estaba él entre esas paredes, una soledad multiplicada en objetos.

Rayó un poco el piso al arrastrarla. Estaba recién lustrado. María, la chica que ayudaba a limpiar, había hecho un magnífico trabajo. Podía verse reflejado en ese parquet reluciente, brillante. Podía verse y dadse cuenta por la expresión de su cara, que sería la última vez que se vería reflejado, la última desde sus ojos.

Tenía lámparas colgadas del techo. No eran frágiles, por lo que podían sostener su peso. Ya se habían colgado de ahí numerosas piñatas de los pasados cumpleaños de sus hijos, un par de gemelos hermosos, 9 años, incomparables. Acomodó la cuerda. Una vuelta, dos vueltas. Un nudo, dos nudos. Dejó el tamaño perfecto para su cabeza. Jalaba la silla cuando echó a llorar. A lo lejos estaba la foto sonriente de su familia. Estaba Camila, su linda esposa, Matías y Miguel, los gemelos hermosos. Lloraba de desdicha, lloraba de pena. Lloraba de frustración y de sufrimiento. Lloraba de dolor, de necesidad y de extrañar tanto. Lloraba de haberlos morir, y de desearlos tanto.

Quería irse. Quería partir. No entendía para qué más iba a continuar aquí. Para qué más iba a tratar de vivir, cuando toda su vida se acababa de ir, acababa de dejar de latir, acababa de morir. ¿Para qué estar presente en cuerpo cuando no se está en alma? Nada tenía sentido. Acomodó la silla. Seguía llorando. Seguía gritando. Seguía parado. Seguía saltando. Seguía sufriendo. Seguía agonizando. Seguía sintiendo. Dejó de latir. Dejó de sufrir. Dejó de vivir. Comenzó a sonreír.

12.8.12

Yo vivo de lo abstracto. Quizás de eso se trate mi vida. Nada concreto, todo variado. Nada formado, todo soñando.

29.7.12

El inicio de la soledad.

Hay una muerta sentada a la vuelta de la esquina. Dicen que esperaba el amor. Llevaba un polo color blanco, una casaca verde con capucha negra, jeans anchos y rasgados en las rodillas, Converse negras. Era una chica cualquiera.

Su cabello caía lentamente sobre su rostro, lo llevaba un poco corto. Su espalda daba a la pared donde se apoyaba mientras esperaba, y sus piernas parecían pegadas, como para no pararse y escapar. Posición fetal. 

Las pulseras que llevaba en las muñecas tenían sus propias historias. Viajes interminables en la memoria, mujeres que nunca completaron su amor, amistades que la hacían reír, y sueños que buscaba alcanzar. Posición fetal.

En su bolsillo llevaba un celular. Entraba a cualquier red social para distraerse, para enamorarse, para perderse, para encontrarse; entraba para comunicarse, para aprender, para perder, para luchar. Entraba para morir, mientras esperaba en una esquina el momento para vivir.

Llevaba los ojos cerrados. Una sonrisa muy rígida, muy serie, muy triste. Aún podía notarse un pequeño camino desde sus ojos. Lágrimas secas. Puro llanto. Decían que esperaba al amor, mientras tomaba fotos de todo lo que había a su alrededor. Decían que esperaba al amor, mientras twitteaba al vacío lo que otros hacían, lo que otros vivían, lo que otros veían. Decían que esperaba al amor, mientras ella buscaba cómo deshacerse del dolor. Decían que buscaba, mientras ella se desubicaba. Decían que buscaba, mientras ella sola se encerraba. Decían que lloraba, mientras se escondía en la sombra de una búsqueda eterna, una búsqueda de muestra, de una búsqueda que la dejaría muerta. 

Decían que era ella, la que buscaba un buscador, un orador, una señal que le permitiera pensar en volver a sentir, en no huir, en querer combatir. Decían que era ella, la que por las noches gritaba en silencio, la que por el día bailaba sentada. Decían que era ella, la que lavaba sus zapatillas con sus lágrimas, la que abrigaba al gato con su casaca.

Decían que se murió. Que un día volvió a enamorarse, pero el corazón no resistió. Llevaba una flor entre las manos. Un tallo de espinas con una rosa en la punta. Manos ensangrentadas. Dicen que nunca dejó de sangrar. El día que la tuvo en sus manos, las espinas se clavaron. No volvió a sacarlas, no volvió twittear, no volvió a bailar ni a gritar. Ella se dedicó a llorar. Hasta que de tanto sangrar, murió de amor. En posición fetal.

Dicen que no tenía nombre, pero algunos la llamaban So, como el gran inicio de la soledad.

4.7.12

¿Con qué ganas, Perú?

¿Con qué ganas he de vivir, en un país donde el gobierno mata a su pueblo?
¿Con qué ganas he de vivir, en un mundo donde el dinero vale más que una vida?
¿Con qué ganas he de vivir, cuando las balas vuelan a cambio de un billete?
¿Con qué ganas he de vivir, si quien debería proteger, es quien agrede?
¿Con qué ganas he de vivir, si el diálogo es utópico y la violencia es quien realmente gobierna?
¿Con qué ganas he de sonreír, cuando a mi lado llora una madre que tuvo que ver a su hijo morir?
¿Con qué ganas he de sonreír, cuando los gritos se vuelven un cantar, y las bombas una penosa banda sonora?
¿Con qué corazón, Perú, he de latir, si nuestra tierra se mancha de sangre inocente?
¿Con qué pulmón, Perú, he de respirar, si nuestro cielo se cubre un gran humo gris?
¿Qué ganamos, Perú, si sólo nos vemos morir?

23.6.12

10mo piso

Cogió el cepillo de dientes y lo llenó de pasta. No quería volver a soñar. No quería volver a ilusionarse, despertar y ver la mentira al rededor suyo una vez más. No quería seguir sintiendo que sí importaba, cuando eso no se mostraba en las acciones de los demás. Se cepillaba, arriba, abajo, de costado, la lengua, todos los dientes, una vez más.

Volvió a pensar. Había despertado por última vez del único lugar donde ella podía verse feliz, sin críticas, sin prejuicios, sin amores escondidos. No quería volver a caer en los gritos y los rencores, en los odios y desamores, en las iras y esas reacciones. Volvió a enjuagarse.

No había suficiente espejo que refleje su tristeza, ni suficiente luz para que la opaque. No habían suficientes paredes para que se golpee, ni suficientes puertas para que se escape. Estaba atrapada. Su mente la perseguía y los recuerdan la invadían. ¿Habrá más por soñar?. Colgó la toalla.

Una tostada con mermelada, una canción en silbidos, otra tarareada. Un bus que pasaba muy rápido, otro que iba muy despacio; subió. No veía qué había por venir, no sentía nada para sonreír. No veía el cielo más que de un color gris, y la vida opaca, oscura, como una sombra proyectada.

"Es sólo un largo camino" decía ella. "Es sólo un recorrido más, para realmente llegar al final". Esperaba su meta, su fin, su puerta de salida. Y corría y corría, no quería perder la maratón. Mientras más rápido se iba, menos iría a sufrir. ¿Corría? Sólo entendía que en la maratón, no corría el amor. Bajó en la siguiente parada.

Cruzó una pista, cruzó varias más. Cruzó pistas que siempre ve cruzar, caminó por el lugar donde siempre suele caminar, repitió su rutina. "¿En qué momento salió el sol?". Era otro invierno extraño en Lima, invierno de sol y calor. Notó a la gente extraña. Gente inquieta. Gente desubicada. No entendía qué pasaba. ¿Reflejaban su tristeza ellos también? Locura, quizá. O un simple ventana vista desde el otro lado.

La ventana del 10mo piso le pareció la mejor. Inspiraba temor, inspiraba ardor, inspiraba rencor, dolor, y quien sabe quizá un poco de amor. Su cabeza daba vueltas, pero siempre sin dejar de observar para afuera, para abajo, para el siempre. Nadie vio la ventana abierta ni el momento en que lo decidió. Nadie vio a las aves ni a su corazón. Nadie preguntó, nadie cuestionó, nadie se sorprendió. Nadie la encontró.

Volvió en sí, por fin está lista para sonreír.

22.6.12

El reflejo.

Se cansó de esperar a un príncipe azul. Se enamoró de las curvas ante un espejo. Se enamoró de los labios, los ojos y los cabellos. Se enamoró de la piel, de los senos y los pezones. Se enamoró de lo que reflejaba al verse, de la mujer, de la princesa interna. Se cansó de imaginar a un príncipe azul, sobre todo porque nunca estuvo ahí, nunca lo pensó, nunca lo sintió, nunca se confió. Se enamoró del reflejo del espejo, de las diosas en un mundo de mortales. Mujeres. Una princesa en los ojos de otra.