19.10.09

Nunca Dejará De Luchar

Se despertó y caminó cruzando la delgada luz tenue que lo alumbraba. No pensó en nada, sólo se dejaba guiar por el previo conocimiento del local. Llegó hasta la cocina, donde comenzó a hacer un pequeño ritual preparando un té, la infusión que más disfrutaba. Hirvió el agua, se sirvió un poco y equilibró el calor con algo de agua del bidón que siempre tenía en casa. Abrió la puerta de ese estante viejo, que soltó un destello de sonido agudo, típico de películas antiguas de terror. Fue entonces que se precipitó a tocar con la mano todo lo que había dentro. Sin darse cuenta, hizo caer una pequeña taza que se encontraba al borde del estante, y fue el ruido lo despertó más, los pedazos de porcelana en su pie lo hicieron reaccionar, las luces que comenzaba a ver lo hicieron recordar, y aquellas voces comenzaron nuevamente a retumbar.

Siempre pensó que las cosas las hacía mal. Y los de adentro se lo hacían siempre recordar. Cansado, miró hacia los pedazos rotos en el piso y con sumo cuidado caminó hacia el depósito a sacar una escoba. Barrió y barrió, como si no fuera su casa, como si alguien más estuviera por entrar, alguien a quien él quería sorprender, a quien él no se cansaba de esperar. Las luces de los autos de la calle lo confundían, se sentía medio drogado, medio dormido, medio borracho. Escuchó un ruido fuerte a las afueras de su casa, vivir en una de las avenidas más transitadas de Lima nunca ha sido muy silencioso, y en la rápida reacción, se percató que en el reloj encima del microondas marcaba las cuatro de la mañana.

Hacía tiempo que no le pasaba esto. El insomnio se había curado con las pastillas que le recetaron, pero al comenzar a tomar aquellas otras contra la depresión debió dejarlas. Las noches se le hacían insoportables. El día ya no acababa a la hora de dormir, soñar era casi imposible, todo era siempre lo mismo, historias en su mente que pasan una y otra vez, mirando a todo aquel oscuro vacío en su cuarto, aquel oscuro vacío en su mente y en su cuerpo.

Así se sentía, vacío. Según su psiquiatra era sólo una reacción normal al trauma que acababa de sufrir, pero que junto con la sugerencia de no salir de casa para evitar nuevos sucesos, el estrés, la depresión y la ansiedad sólo hacían más presente la rabia y la impotencia de no poder cambiar las cosas. Ya tuvo traumas pasados relacionados con el tema, pero nunca algo como lo que había ocurrido aquella noche, la peor que había llegado a vivir.

Entre oscuros desvíos de su mente, las pastillas se terminaron. Estaba inquieto, depresivo, con la rabia en los ojos, llorando y golpeando paredes, impotente y ansioso. Las historias que creaban aquellas voces en su mente se hacían insoportables. No podía seguir viviendo dentro de ello, tenía que acabarlo, quería acabarlo e irse lejos de ahí. Quería hacer desaparecer a todos aquellos que le quitaron su vida, a aquellos que lo aislaron del mundo, a aquellos que lo hicieron volverse su única familia, su único amigo, su única voz.

No pensaba en nada más. Aquella noche la tenía siempre presente. Aquellas sombras aniquilándolo se repetían una y otra vez, y él se veía, aprisionado, sin poder moverse, sin poder hacer nada, envuelto por la impotencia de alguien que lo cogía de las manos, mirando y mirando, observando cómo se llevaban su vida, cómo la sangre corría, cómo sus gritos atravesaban sus tímpanos, observando cómo moría a cada segundo, cómo los otros se reían, cómo el amor se transformaba en llanto, cómo la única persona que acompañaba su sombra se esfumaba de este mundo, cómo es que su corto cabello se estrellaba una y otra vez contra el piso, como una pelota que rebota, como un foco que se estrella contra una pared y estalla, estalla, estalla y no vuelve a armarse nunca más.

Voces y más voces. "Estás sufriendo de una depresión post-traumática. Es normal en estas situaciones, tienes que aprender a ser fuerte. Te recetaré unas cuantas pastillas para poder mejorar tu estado de ánimo, tranquilo, todo se llega a superar. Sólo recuerda que has estado expuesto a muchos medios en estos últimos días, tómate un descanso de todo, no salgas a la calle ni recibas visitas, la policía dice que va a solucionar todo el problema".

Cada ruido le recordaba a un grito más. El vacío de la oscuridad lo proyectaba a los buenos tiempos, donde la diferencia no era más que igualdad. Los destellos de luces de los carros lo espantaban, le recordaban a esos sujetos que como destellos llegaron y se lo llevaron, se asusta a cada paso que da, no se siente seguro de nada, no se siente dentro de nada.

Sentado su cabeza da vueltas. Suena el hervidor con el agua lista. El reloj marca las cuatro y tres de la mañana, poco tiempo ha pasado para tantos pensamientos. Se vuelve loco. El tiempo le parece un complemento de la vida que es inútil. Para él el tiempo sólo marca los momentos, y cada momento es algo especial. Pero cuando ya no está la persona con quién vivir momentos especiales, los momentos mueren, el tiempo muere, todo muere. Y quería así, morir junto con el tiempo y junto con él, que ya muerto luego de derramar tanta sangre en el asfalto, aparece una y otra vez invadiendo pensamientos, invadiendo los recuerdos.

Las historias bonitas las quiere volver a vivir. No quiere crear nuevas, no quiere volver a filmar nuevas, no quiere buscar tratando de reemplazar lo que ya tuvo. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo reaccionar cuando se llevan a tu alma gemela? ¿Amar es sufrir tanto? Preguntas y voces. Todo retumbaba en su mente, todo cambiaba de color a tonos fríos, a tonos grises, negro. Preguntas y voces. "Hijo, las cosas tienen siempre alguna otra solución para la gente buena, tú no sé cómo llegarás a la casa del Señor, pero si sigues por ese camino nada te irá bien, acabarás en el infierno como ese, tu compañero. Recapacita."

Voces y más voces. "Eres la vergüenza de la familia. Ahora sales en los medios. ¿Qué crees que dicen de nosotros? Cuando tú sales a hablar, hablas por toda la familia ¿Qué pensarán las personas? ¡Que somos una familia de disfuncionales! Una de esas modernas que alteran el núcleo familiar de como debe ser de verdad. ¿Qué dirán las otras personas? Que pobrecito ese chico, tuvo que ver morir a su 'pareja'. ¡Lástima! ¿Es eso lo que querías? ¿Querías que todos tengan lástima de ti y de tu gente y por eso te respeten? Ahora lo lograste, tienes la lástima de todos los demás y a unos sujetos que sólo tratan de hacer un bien a la sociedad, a punto de ir a la cárcel. ¿Es eso lo que querías? ¿Estás satisfecho siendo el punto de atención dejando mal el nombre de la familia? ¡Ahí tienes! Si quieres vivir siendo así, una vergüenza para todos, pues hazlo lejos de mí, lejos de mi familia, ya suficiente daño nos has hecho. ¡Sólo mira a tu madre cómo llora todos los días! ¡Ya! ¡Largo!"

Voces y más de las estúpidas voces. "Y tú, chico ¿Viste todo lo que pasó?. ¿Qué? ¿Ellos lo golpearon porque estaba de la mano contigo? Ja ja ja. Por favor, es imposible que sea sólo por eso, de seguro él los provocó con algo, tal vez se les insinuó, tú sabes, como ustedes siempre hacen. ¿Qué? ¿Me estás diciendo mentiroso? Todos ustedes son iguales, porque salen a meterse donde no deben creen que merecen los mismos derechos que los que sí somos normales. ¡Deberían mandarte a un centro para curarte! O meterlos a todos en una isla aparte. Sólo nos causan más problemas, ensuciando la sociedad, nos hacen perder el tiempo en casos como este. ¿Por qué me miras así? ¿¡Ah!? Oye chico, tú a mí me respetas ¿entendido? Yo digo lo que quiero y te trato como lo que eres, un enfermo. Ahora ¡Largo! Que tenemos que investigar qué hizo tu compañerito para provocar a estos chicos."

Algo tenía que hacer que todo parase. Algo debía de lograr hacerlo huir de esas voces, hacerlo despertar en otro lado donde las cosas puedan mejorar, algún lugar donde las personas comprendan el significado de amar y de ser amado, donde las apariencias no generen prejuicios, donde los estereotipos no existan, donde verdadéramente se llegue a una paz. Quería huir y no despertar.

El reloj daba las cuatro y diez.
Letras y más letras.

"Lo siento mamá, lo siento papá. Seré la vergüenza de la familia una vez más, y el Señor no me permitirá entrar con él, pero al menos sé que yo logré superar los prejuicios, llegar a ignorar lo que pensaban los demás, vivir por mí y para la persona a la que amo; llegar a reír y llorar de felicidad; superar los malos ratos con un hombro donde apoyarme; comprender que el ser feliz no es estarlo, sino sentirlo; pude descubrir la magia de una sonrisa, y el poder de una caricia; pude encontrar la chispa de un buen convivir, y la maravilla que es estar enamorado; pude sobrevivir a una tragedia y llorar ante mi sombra; pude sonreír con una lágrima y aún querer despertar para ver el siguiente día. Y todo esto para mí es suficiente como para llamarlo vida. Descubrí que el poder de amar va más allá que solamente respirar juntos, es quedarse a su lado toda la eternidad.
Perdónenme.
M."


La silla estaba tirada en el piso. La cuerda la sacó del desván donde guardaba sus cosas. Esa camisa celeste a rayas era la que le iba a regalar aquella noche, en la celebración de su cuarto aniversario. Esos zapatos los lustró para el funeral. El reloj en su muñeca izquierda marcaba las cuatro y quince, y el cuerpo levemente se tambaleaba. No había más oxígeno. No había más gritos, no había
 más voces. Un papel escrito sobre la mesa, y un corazón partido que se unía con su otra mitad en la gran y misteriosa eternidad. 



El amor nunca dejará de luchar.