Era un día de lluvia. No había ningún rayo de sol golpeando las cabezas. Todo estaba nublado, y para ser Lima, esas pequeñas gotas de agua que caían del cielo era un lluvia significativa. Bajó las escaleras para terminar de alistarse. Se acomodó el cabello una vez más, agarró las llaves de la casa y con un cariñoso beso en la mejilla se despidió de su abuelita. Se acomodó la chaqueta una vez más y salió a enfrentarse al frío y húmedo invierno de Lima.
Comenzó a caminar hasta el punto donde siempre se encuentra con sus amigos. Pasó la mano por sus bolsillos y sacó una cajetilla de Lucky Strike, los rojos, siempre tenía una a la mano, pero esa vez se dio cuenta que sólo le quedaba un cigarrillo. Irritado por el reciente descubrimiento, se apresuró a encontrar su encendedor para antes que el intento de lluvia mojara por completo el cigarrillo. Trató una vez, trató otra vez, el encendedor no tenía casi nada de bencina y eso lo irritó aún más. Paró en un kiosko en unas de las esquinas. Se acomodó la chalina y le pidió a la señora que por favor le prestara el encendedor. Aprovechando un poco el fuego para poder calentarse la manos, prendió el cigarro y botó el humo con placer, era uno de sus grandes vicios. Sacó la billetera y revisó el sencillo que tenía, por suerte había conseguido algo de dinero y se aventuró a comprar otra cajetilla de veinte cigarrillos, no podía pasar el resto de la noche sin ellos.
El frío se hacía más intenso, y por fumar se le iba bajando la presión, estaba casi temblando pero quería otro cigarrillo. Recordó que no tenía bencina en el encendedor, y se tuvo que aguantar una cuadra más hasta llegar a sus amigos. Los divisó a lo lejos, ya estaban reunidos y esperaban a uno más. Pidió un encendedor prestado y pudo encender el cigarrillo por fin, estaba nuevamente en su vicio.
Conversaron sobre todo como siempre, hasta que llegó aquel faltante, entonces comenzaron a planear lo que harían esa noche. Jorge, conocido como el Gordo, se lanzó a proponer un plan para la noche, pero nadie más acordó. Daniel, dijo para continuar la tradición, fumar un poco de marihuana y luego salir a caminar por ahí. Miguel le agregó unas cuentas cervezas a la historia, y los cuatro restantes acordaron.
Caminaron unas cuadras más hasta el punto donde casi siempre se juntaban para fumar. Hernan sacó la pipa y Daniel le pasó aquel contenido verde, ya preparado para ser consumido. Comenzaron en la ronda de la alegría, como la llamaban, y uno a uno fue llenándose de ese humo cargado y denso. Daniel, el Gordo, Miguel, Hernan, Diego y Pedro, quien se prendía un cigarrillo más de su nueva cajetilla de Lucky Strike. La ronda continuaba, y la preciada joya verde se iba terminando. Nadie estaba al cien por ciento dentro de sí mismo, y eso era algo que les encantaba. Sintiéndose como en las nubes y riéndose de cualquier cosa que ocurría a su alrededor, los dichosos seis siguieron caminando hacía un encuentro con el destino que no se esperaban.
Entre carcajadas y luces, Pedro ya iba por la mitad de su cajetilla de cigarrillos, y aguardaba como todos a saber qué era lo que iban a hacer luego. La noche caía cada vez más, y la oscuridad los abrazaba. Estaban con frío, buscaban algo para poder calentarse un poco. Iban a consumir las cervezas que habían propuesto, pero para variar al momento de juntar el dinero, fueron pocos los que querían aportar, y el monto recaudado no era suficiente. Alegres y medio perdidos, decidieron buscar otro plan para realizar. Fue entonces cuando a Miguel se le ocurrió una idea. Lo dijo casi de broma, pero la reacción de todos fue casi unánime. Ya tenían un plan para poder realizar.
[Continuará...]