Me desvelé aquella noche. Las estrellas me miraban mientras pintaba aquella larga cartulina. Ya me había saturado de colores. Estaban por todos lados, por cada esquina, por cada partícula de polvo, por todos los lugares donde andaban mis ojos. Estaba cansado. No podía más seguir mezclando colores, seguir sacando tonos, seguir pegando y cortando cartulinas. Estudiar arte nunca fue algo fácil. Llevaba ya unos años en la universidad, y llevaba este curso por tercera vez. Me asustaba. Si desaprobaba esta presentación posiblemente me botaban de la universidad. Mis padres no son del todo acomodados en cuanto a dinero, se les hace difícil pagar esta carrera, y realmente no sabría qué haría si me botaran de ella. Estaba estresado.
La noche pasaba y de a pocos me perdía en pensamientos. Hacía frío. Aún siendo Octubre. La primavera tardaba mucho en llegar. Me tapaba con una sábana desde la cabeza hasta los pies. Parecía una musulmana. No dejaba de pintar, de pintar y de pintar. Mi brocha estaba de mil colores, ya no sabía si valía la pena el lavarla o no, sólo quería terminar ese trabajo y echarme a dormir.
Escuché un ruido. Escuché otro. No sé de dónde provenía, no sabía qué era. Sonaban ramas, sonaban pasos. Sonaban ruidos irreconocibles. Debo admitirlo, estaba asustado. Volteé rápidamente a la derecha, no había nada. Volteé rápidamente a la izquierda, no había nada. Me asustaba más. Los ruidos pararon. Sólo el silencio se asomaba a mis oídos, cuando de repente, volvió a sonar. Me paré de golpe. No sabía a dónde mirar, todo estaba oscuro. Siempre pensé que era mala idea pintar en el jardín, pero adentro me matarían por ensuciar algo con una sola gotita de pintura.
No podía encontrar qué era. Me volvía loco. Agitado. Paranoico. El corazón se me aceleraba y no sabía qué pensar, sólo reaccionaba sin saber qué hacer, sólo respiraba casi sin saber por qué. ¿Será un borracho? ¿Será un perro rabioso? ¿Algún animal extraño? ¿Y si es un ladrón? No sabía qué más pensar, sólo me paraba frente a lo que fuese, tratando de tener agallas, de no sentir miedo, de no demostrar mi temor. Pensaba en cómo atraparía al ladrón, ¿Lo tumbo de una patada? Pero, ¿y si tiene arma? No podía arriesgarme a nada, nadie podía entrar, estaba mi hermanito de 2 años adentro, nunca iba a permitir que algo le pasara.
Y ¿si es un perro rabioso? Podía atacarlo con la escoba que había en la otra esquina. Quizás podía yo mismo nockearlo. Pero, pobre perrito... ¿Y si es un borracho? ¿Cómo botarlo de vuelta? Espera, ¿¡Cómo entró!? No sabía cómo responderme ni si seguir preguntándome, pero ahí estaba, parado frente a 'algo', esperando al momento. ¿Lo cómico?, apuntaba con una brocha llena de pintura roja.
Debió haber sido sumamente hilarante para aquel búho que me veía desde un árbol. Ese pequeño e indefenso búho que ocasionaba el ruido de los árboles, así como el de unas pisadas al momento de pasarse de rama por rama. Sin contar su característico sonido. Me reí. Me reí de mí mismo, de mi paranoia, de mis pensamientos y mi forma de querer solucionarlo todo. Me reí de la situación, de lo ridículo que debo haberme visto ahí parado, el guerrero guardián, con su gran brocha con pintura roja, ¡No había forma que haya perdiera esa batalla! Risas. Sólo eso.
Después de todo, ese búho me despertó. Terminé de pintar mis cartulinas. Y, ¿Saben qué? Pasé el curso. Facultad de arte, ¡Ahí voy!
A "F"
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