¿La sientes chocar contra tu cuerpo? Ese cuerpo desnudo que sólo se para debajo de la catarata artificial. ¿Te limpias? Te quieres limpiar. Buscas y la ves caer, la sientes caer, la sientes tocar tu piel y rozarte por todas partes; le das permiso para entrar, le das permiso para salir, le das permiso para besarte y recorrer tu cuerpo, y te gusta, cómo te gusta.
¿Te limpias? Le das más y más tiempo a que corra, a que te conozca, a que te transforme en su vía, en su camino, en su único fin y destino. ¿Te limpia? Te desnudas para ella, te concentras en su temperatura, te gusta. Te lame y te gusta. Te toca y te gusta. Te hace sentir cosas inexplicables, y cómo te gusta. ¿Te limpias? Bota todo lo superficial de ti, te deja en la esencia física de tu cuerpo desnudo, de tus curvas desnudas, de tus sensaciones y emociones completamente desnudas.
¿Te limpias? Ella recorre por tus senos y tu estómago; por tus muslos y rodillas; por toda tu espalda y cuello. Te conoce mejor que cualquiera, mejor que tú misma, que tu propia sombra y tus incomparables atributos. ¿Te limpia? Te gusta. Te gusta que te roce y te toque por zonas donde no te suelen tocar. Te gusta. Permaneces en el mismo sitio mientras hace lo que quiere contigo, te limpia, te limpias, se desborda en ti, te hace sentir, te conoce y reconoce, se vuelve parte de ti, te libra de lo superficial, te vuelve a desnudar.
Te vuelve a desnudar una y otra vez, sin dejar de rozar, sin dejar de tocar. Te vuelve a desnudar mientras tú piensas que te limpia. ¿Te limpia? Cómo te gusta. Te gusta ser sólo un cuerpo para ella, un juguete, un suave parque de diversiones, una pista sin fin. Sí. Yo sé que te gusta.
Sutilmente.
Delicadamente.
Des.núda.te.
Sólo para ella.
Para que te limpie.